Este artículo es la traducción en castellano del artículo que publiqué la semana pasada en el Diari Ara. Como afrontar la muerte del ídolo de tu hijo adolescente, como acompañarlo.
El domingo mi marido y yo estábamos de lo más relax mirando una película en el salón. De repente aparece nuestro hijo con la cara desencajada y nos dice: “chicos que se ha muerto Kobe Bryant y su hija Gigi en un accidente de helicóptero”.
Nosotros somos padres de tres hijos estupendos y esta es nuestra tercera y última adolescencia en casa.
Hemos aprendido que cuando hay algo inesperado que pasa en sus vidas, si no quieres que te condenen al ostracismo más profundo, tienes que dejar lo que estés haciendo. Y tal y como hacías cuando eran más pequeños, acompañar y sostener en el momento.
Nos quedamos de piedra. Cambiamos la película por las noticias internacionales. Nuestro hijo, -jugador de básquet- lo ha tenido siempre como ídolo. Como alguien a quien imitar, a quien parecerse, a quien copiar los valores si quieres que en la vida te vaya bien y digan de ti que eres una buena persona. Empatizamos con su pérdida enseguida.
Se me saltaban las lágrimas. Imaginar el shock brutal para su familia, como esposa y como madre vaya mazazo del destino. Y para todos los fans del deporte de este jugador excepcional. Más allá de la simple fama pues Kobe era un icono universal, como Elvis, Michael Jackson, Prince o la princesa Diana, hizo que se ensombreciera el simpático fin de semana.
Pensé en cómo se sentía mi hijo. Intenté darle un sentido, encontrar un consuelo. Pero la muerte para nuestros hijos sigue siendo una injusticia tengas la edad que tengas y te pase lo que te pase.
Es comprensible, ellos están en plena potencia de sus incipientes vidas. Y como todos a esta edad, piensan que les queda toda la vida por delante.
Que son inmortales y más allá.
Al cabo de un rato de charla y de entender que la vida no tiene una explicación lógica y que vivimos porque morimos, y eso nunca sabemos cuándo va a pasar, porque pensar que viviremos hasta los noventa años es una presunción -que no una certeza- muy humana pero imposible de controlar, nuestro triste hijo se fue a su habitación.
Nosotros ya no pudimos seguir viendo la película, porque de repente nos pareció una comedia intrascendente y que corcho, estas cosas también te afectan.
Pero si algo tenemos que aprender es que la vida con hijos adolescentes está llena de movimientos de adaptación rápidos. A la hora de cenar habíamos pasado de la tristeza a la incredulidad. Y de la incredulidad a la aceptación y hasta la risa.
La risa resignada viendo que hay un destino que parece escrito para cada uno. Y que no necesariamente puede ser “justo” aunque hayas sido una buena persona. Porque ellos siguen viendo más coherente o entendible que alguien malo se muera, que, que alguien bueno muera de repente. La aceptación viene cuando entienden que nuestro tiempo en la tierra es limitado y que hay que aprovechar cada momento de la vida para hacer y aportar al mundo lo que quieres dejar como legado.
Su vida, sus emociones, lo que es “vitalísssimo mamá” es ahora, y en dos horas se han olvidado de eso y si tú aún le das vueltas a aquello que era una preocupación enorme hace un rato, ahora te contestan “mamá déjalo que ahora estoy en otro mood”.
El “mood”- el humor o el modo en que se encuentran- de nuestros adolescentes, es frágil y cambiante.
Y nosotras, que ya pensábamos que lo difícil había pasado -léase que sobrevivan al nacimiento, los pañales, la lactancia, el Baby led weaning, el sueño en colecho, las rabietas sostenidas y acompañadas, los primeros días de escuela, amigos, campamentos y así hasta que entran en la adolescencia- vamos a darnos un baño de realidad de flipar en colores. Adaptación continua, eso es vivir como madre de adolescentes.
A lo largo de los días hemos tenido conversaciones sobre la vida y la muerte. Sobre lo importante que es vivir en el presente porque es lo único que tenemos. Hemos hablado de disfrutar de las cosas pequeñas, de la compañía de unos y de otros. De vivir en tribu y que poner el lavaplatos no es una obligación porque al final, todo lo que hacemos en una familia los unos por los otros, es un acto de amor. ¡Hasta emparejar los calcetines!
Es importante que nuestros adolescentes nos conozcan. Que sepan cuáles son nuestros imprescindibles, cómo somos, qué nos importa. Es vital que les digamos todas las cosas que queremos decirles -sobre todo cuánto les queremos y admiramos- con la idea en mente de que puede ser que mañana ya no estemos aquí.
¿Criarías diferente a tu hijo si supieras que vas a morir en medio año?
Seguro que sí. Y eso es algo a tener en cuenta -sin ser macabro eh- pero tener siempre presente que no vamos a ser eternos y que es importante que puedan vivir sin nosotros. Pero con la seguridad de que saben los valores importantes para seguir con sus vidas, pegándose las menos hostias posibles.
Nuestros hijos adolescentes están saliendo del nido viendo la realidad del mundo donde van a crecer. Y es positivo que aprovechemos cualquier circunstancia de las noticias del día a día para tener conversaciones sentidas. Mientras comemos, cenamos o hacemos algo en familia. Usa los acontecimientos, sigue las páginas de Instagram de las personas que les gustan, ponte al día de lo que les interesa. Utiliza estos recursos que ahora nos lo ponen más fácil, para conocer de cerca sus intereses y poder comentarlos.
Como muchas veces me siento un poco sola en esta etapa adolescente, en la que casi no hay referentes y caray es una etapa dificilísima, he decidido contarte qué hago yo. Por si acaso a ti te pasa igual y podemos hacer tribu nutriéndonos unas a otras. Estaré aquí para acompañarte cada dos semanas, mientras tanto ¡un abrazo mami!
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