¿La salud se va de vacaciones?

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Una de las cosas que me hace feliz es que desde que el equipo ha crecido puedo irme de vacaciones, y siempre las empiezo para mi cumpleaños.

Llamadme tontina, pero me gusta tener libre el día de mi nacimiento. Siento que es una forma de volver a conectarme con donde sea que es de dónde venimos.

Empecé a celebrarlo así desde los dieciocho, desde un avión que me llevaba a un nuevo mundo con champán y así me gusta mantenerlo.

Los pacientes me preguntan dónde voy, qué voy a hacer, si vamos todos. Y yo les cuento los planes que tenemos. Después les pregunto yo, nos damos un buen abrazo y se van al mostrador a coger hora con la doctora que se queda de guardia.

En mi consulta los pacientes saben muchas cosas, pero entre ellas que la salud no se va de vacaciones y sus cuidados son a largo plazo. Cuando no tomas medicamentos ni te haces cirugías, devolver al cuerpo su armonía es cuestión de tiempo. Las manos hacen todo el trabajo de reposicionamiento vertebral y hay que hacer repeticiones para que el cuerpo aprenda y se recupere. Así es la quiropráctica

Y una vez que se encuentran mejor, también han comprobado que su salud en general ha mejorado y no quieren volver a estar como antes.
Y por eso no cerramos nunca, porque en vacaciones hay muchas personas que tienen más tiempo para cuidar de sí mismas. No es el caso de las madres que, en agosto, una vez acabadas todas las posibilidades de casales, campamentos, summer camps, etc. Vienen cansadísimas nada más de pensar que les queda aún, un mes y medio, de conciliar malamente con sus trabajos y los niños. 

Ajustamos a las mamás y también a los niños, y hablamos de las posibilidades de organización familiar. La salud también se trata de eso, de ayudar a conciliar tu corazón y tu cabeza. Porque si estás cansada antes de empezar, es difícil que vayas a disfrutar de un tiempo que es muy importante para la familia. 

Cuando tenemos algunos días de vacaciones es vital poder desconectar de las rutinas para conectarnos con las improvisaciones. Dejar que el cuerpo duerma lo que necesite, comprar en sitios distintos, cocinar cosas que nos hagan ilusión y que durante el día a día no tenemos tiempo. Implicar a los niños en esas tareas y dejar pasar el tiempo, haciendo miles de cosas no tan útiles como solemos, son parte del encanto de las vacaciones.

También es buena idea reservar algunas horas para uno mismo y para la pareja si la hay. Di que sí a las actividades divertidas como ir en kayak en familia. A hacer paseos con picnic. Leer todos esos libros que tienes pendientes desde navidad. A maratones de películas con palomitas recién hechas en la sartén.

Con las personas que están cuidando de familiares enfermos muchas veces nos reímos por no llorar, porque es agotador. Es necesario que el cuidador se cuide porque si no, no nos da la vida. Estos días he enseñado a alguno de esos pacientes mis spas favoritos de la ciudad. Hemos hecho organigramas familiares para que haya turnos de cuidado y todos puedan tener algunos días de descanso. Muchos me preguntáis cuál es el sentido de la enfermedad, porqué hay gente que vive tantos años enferma, que eso no es vida. Y que para vivir así es mejor morir de amor. 

Yo os escucho, pero no tengo una respuesta que sea ni certera ni que sea universal. Sólo sé que hay muchas personas que viven con una gran dignidad y buen humor. A pesar de que el universo se alineó torcido para ellos. La vida es apasionante pero no sabemos nada de ella. 

Nosotros nacemos y ala, nos ponen a vivir. Dependiendo de la familia que nos toque en el reparto crecemos más o menos libres de traumas. Aunque para ser sinceros casi nadie se libra de alguno. Después escogemos un trabajo y ahí los más afortunados hemos encontrado una vocación que cargamos de sentido y misión. Nos enamoramos, nos vamos a vivir juntos, tenemos hijos. Y de pronto nos ponemos a pensar cuando las cosas no van como quisiéramos. Viene el estrés, la enfermedad, el volver a empezar, aunque sea casándonos por quinta vez.

Y de pronto, por paradójico que parezca, muchos empezamos a vivir. A vivir con conciencia, dándole importancia tanto al estar vivos como al estar juntos. A apreciar la diferencia entre el antes y el después. Cuando le quitábamos las espinas a una rosa antes de ponerla en el jarrón. Y a valorarla ahora con sus espinas. Porque una rosa es una rosa. Es bella y pincha.
Caray, como la vida, que es hermosa pero muy pinchosa a veces.

Sinceramente sólo puedo deciros lo que a mí me funciona: el asombro y la aceptación. El asombro es porque muchas veces le pregunto al universo el porqué de las cosas. Porqué pasa esto ahora o porque me pasa esto a mi o a mi familia.
La aceptación es lo siguiente, porque estoy convencida de que la vida es como es y cuanto más nos rebelamos peor nos irá. Yo alzo la vista al cielo y le digo al universo ¿En serio, ahora me mandas esto? Y después de despotricar cinco minutos, lo acepto y empiezo a ocuparme en vez de preocuparme.

La vida no hace vacaciones, pero nosotros podemos escoger vivirla como si siempre fuésemos turistas recién aterrizados. Disfrutad de la vida, aunque a veces pinche.

¡Os veo en septiembre!

 

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